Explicación
Este famoso dicho de Jean-Jacques Rousseau, filósofo del siglo XVIII, resalta la importancia de la paciencia como una virtud que, aunque difícil de mantener, eventualmente conduce a resultados gratificantes. Rousseau, conocido por sus ideas sobre la educación y la civilización, a menudo enfatizaba que los valores más significativos requieren un cultivo lento y cuidadoso, similar al de las plantas. Así, el ‘amargor’ de la paciencia puede ser desalentador inicialmente, pero con el tiempo, este esfuerzo puede ‘fructificar’ en logros dulces y satisfactorios. A través de esta frase, Rousseau nos invita a reflexionar sobre el valor de perseverar a pesar de las dificultades inmediatas, prometiendo una recompensa más rica y profunda al final.