Santo que no es visto, no es adorado
Explicación
Este refrán tiene un sabor popular que nos conecta con la idea de que **lo visible**, lo que está presente a nuestros sentidos, tiende a ser valorado y respetado. En el contexto de la fe, sugiere que aquellos santos o figuras religiosas que no mantenemos presentes en nuestro día a día pueden caer en el olvido. Es como cuando nuestra abuela decía, «la vista es la reina del gusto». Y aunque nuestra conexión espiritual no depende solo de la vista, en _nuestra cultura_, tener imágenes o altares es una forma tangible de mantener esa conexión viva.
**La importancia de lo visible** se traduce en prácticas cotidianas:
– Mantener un altar en casa.
– Visitar lugares espirituales.
– Participar en rituales y ceremonias.
No se trata solo de objetos, sino de esas acciones y símbolos que hacen que un **credo** cobre vida en la percepción diaria.